“Sorpresa máxima”, así define el resultado del proceso de recuperación de La última comunión de san Juan de Ribera Andrés Ballesteros, director de la empresa Proart y responsable de la restauración del lienzo pintado por Juan Bautista Súñer en 1796 y expuesto en la iglesia del Real Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia. Gracias a los trabajos realizados, que han sido efectuados “in situ” dadas las características de la obra, se ha devuelto su esplendor a unas pinceladas degradadas por el paso del tiempo. Además, se han descubierto algunos rostros ocultos por la suciedad y que ahora podrán ser estudiados para conocer con mayor detalle la obra, tal y como explica el responsable de patrimonio artístico del Patriarca, Daniel Benito Goerlich.
La conversación con Ballesteros sobre la intervención realizada en La última comunión de san Juan de Ribera nos desvela que “el lienzo se encontraba en una situación bastante complicada de conservación, ante todo por lo que se refiere a la estabilidad de los estratos pictóricos porque presentaba craqueladuras prácticamente en toda la superficie del lienzo, una patología muy común en la pintura de caballete”.
La craqueladura consiste en la rotura de los estratos pictóricos, que a la larga puede provocar su desprendimiento. Esta patología de la pintura viene causada por el continuo cambio de las condiciones atmosféricas por el paso del tiempo ya que, desde que el autor pinta este gran lienzo a finales del siglo XVIII, la obra está expuesta en la iglesia del Real Colegio Seminario, “con las condiciones de temperatura y humedad propias de la capilla”.
En el cuadro, la tela, probablemente de lino, va sufriendo los naturales cambios de temperatura y humedad, “mientras que los estratos pictóricos no los sufren de igual forma”, explica el restaurador. La tela “es un material vivo que absorbe, retiene y devuelve la humedad”, que está “en constante movimiento", mientras que los estratos pictóricos, más rígidos, interactúan de manera diferente y acaban por romperse “formándose esas típicas craqueladuras”.
En los años 60, con motivo de la canonización de san Juan de Ribera, la obra sufrió una ligera intervención en la que se aplicó un barniz “refrescante”, que con el paso de los años y la oxidación del mismo provocaba “un oscurecimiento generalizado” de la pintura que “literalmente, presentaba a un color marrón chocolate”.
Restauración “in situ”
Lo primero que hicieron los especialistas en la recuperación del lienzo fue documentarlo fotográficamente, tras lo que se centraron en el tratamiento de las diferentes patologías, según la importancia de las mismas. En este sentido, se actuó primero sobre las craqueladuras y el peligro de desprendimiento. “Hicimos una consolidación mediante presión y calor”, apunta Andrés Ballesteros. Para realizar esta fijación “nos ayudamos del propio soporte que sostiene la obra, puesto que está tensada sobre una madera rígida, un gran tablón de las mismas dimensiones del lienzo”.
El cuadro tiene unas dimensiones de cuatro metros de alto por dos y medio de ancho y los trabajos de recuperación se han alargado por un espacio de dos meses.
Este hecho también ha condicionado que la pintura se haya tenido que restaurar “in situ”. El gran tamaño del lienzo y su localización obligaron a montar un andamio “para acceder a toda la superficie”. Después se actuó para consolidar todos los estratos pictóricos “mediante impregnación de unas colas orgánicas de origen natural”. La presión y el calor ayudan a que, poco a poco, las micro roturas o craqueladuras queden lisas y adheridas a la tela soporte, con lo que se evita el posible desprendimiento.
“Una vez tuvimos esa consolidación”, continúa el restaurador, “hicimos una limpieza química” en la que se eliminó una capa de barniz “extremadamente gruesa y oscurecida”. Además, se suprimieron unos “retoques pictóricos” que se supone incorporados en la restauración de los años 60. Finalmente, se aplicó otra limpieza química que sirvió para extraer el resto de “la suciedad superficial que estaba sobre la capa pictórica original” y que consistía en grasa y hollín “probablemente proveniente de antiguo humo de velas o de lámparas de aceite, queroseno o similares”.
Una pintura “bocaporte”
“La pintura representa la última comunión del arzobispo Juan de Ribera en presencia de varios colegiales y de otros personajes”, nos explica el responsable de patrimonio artístico del Patriarca, Daniel Benito.
Fue encargada para cubrir como ‘bocaporte’ la embocadura del nicho habilitado en el retablo de esta capilla para instalar la artística urna para los restos mortales del fundador del Real Colegio Seminario. La urna fue realizada en la misma ocasión por el escultor académico José Cotanda Clemente, con motivo de la beatificación de Juan de Ribera por parte del papa Pío VI, en 1796.
El lienzo se descorre y baja los días festivos para que puedan ser veneradas las reliquias del Santo Patriarca.
El coetáneo encargo de la pintura se hizo a Juan Bautista Súñer, “un artista académico”, al parecer discípulo de José Vergara. La obra representa el momento en el que Juan de Ribera se ha levantado del lecho “y recibe de rodillas la llegada del Santísimo Sacramento” que le administra un personaje que parece retratado del natural, “probablemente, quien era rector del Colegio Seminario en la época en la que fue encargada la pintura”.
Hay una amplia serie de personajes alrededor y “algunos parecen también retratos tomados del vivo”, de personas que vivirían en el Colegio en la época del encargo, señala Benito Goerlich. Pero también hay otras figuras que parecen efigies de contemporáneos de san Juan de Ribera “representaciones de santos o personas de vida ejemplar” con las que llegó a tener relación en vida.
Tal vez, uno de los elementos más interesantes que ha provocado el proceso de restauración ha sido el descubrir que aún existen “otros rostros más, velados hoy en día por los tonos del fondo” y que conocidos por indagación fotográfica serán investigados a través de diversas analíticas para tratar de averiguar a quién pudieron representar y “por qué fueron eliminados antes de colocar la pintura en su lugar”.
Arduo trabajo del equipo de restauración
Daniel Benito Goerlich destaca el gran trabajo realizado por los restauradores “que ha sido llevado con suma cuidado y singular eficacia”. En este sentido, junto al director Andrés Ballesteros, han intervenido en la recuperación otras dos restauradoras: Laura Nebot y Elena Tortosa.
La gran luminosidad y el vivo colorido que ha recuperado La última comunión de san Juan de Ribera han dado lugar a que el resultado haya sido “espectacular”, como expresa el propio restaurador. La obra tenía tal nivel de oscurecimiento que, aunque se intuían ciertos colores, la “sorpresa ha sido máxima” después de haber podido eliminar las capas de barnices oscurecidos que se aplicaron en los años 60 y la suciedad subyacente. “Ha quedado con un colorido muy propio de la época, delicado, vivo y resplandeciente”, coincide el responsable de patrimonio del Patriarca. La recuperación de esta notable pintura supone un paso más en el cuidado constate, comprometido y “celoso” del patrimonio cultural “que esta casa ha mantenido desde su origen respecto a los bienes artísticos y las riquezas históricas que alberga”, añade Daniel Benito. Un patrimonio que también se pone en la medida posible a disposición de la ciudadanía, en especial a los valencianos y valencianas para que puedan admirarlo y disfrutarlo.
El conservador concluye confirmando que todos los detalles que se han ido descubriendo a lo largo del proceso de restauración, así como los resultados de la analítica de las muestras que se han tomado de la obra, junto a otras exploraciones e investigaciones posteriores tendrán como colofón la publicación de un extenso y documentado artículo sobre esta pintura y sus “secretos”.
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